La llegada de las tecnologías digitales ha representado nuevos y significativos desafíos y oportunidades para los educadores mediáticos. Por una parte, estas tecnologías ofrecen un nuevo conjunto de objetos y procesos para el estudio, y hacen que varios aspectos de la producción mediática sean mucho más accesibles a los estudiantes. Por otra parte, sin embargo, estas tecnologías a menudo parecen ir acompañadas de una forma de instrumentalismo educativo que implícitamente mira la tecnología como una utilidad meramente neutra. Así pues, además de sacar partido de las posibilidades de la tecnología digital, los educadores mediáticos necesitan insistir también en algunos problemas y principios fundamentales.
En este terreno, a lo que estamos asistiendo no es tanto al desplazamiento de tecnologías más antiguas por otras más recientes cuanto a una convergencia de formas y prácticas culturales que antes eran distintas. La posibilidad técnica de «digitalizar» un variado abanico de diferentes formas de comunicación (no sólo escritura, sino imágenes visuales y en movimiento, música, sonido y palabra) forma parte de una más amplia convergencia de medios, en virtud de la cual las fronteras entre imprenta, televisión y medios generados por ordenador empiezan a desmoronarse.
Parece evidente que estas tecnologías ofrecen nuevas oportunidades para la autoexpresión que «liberará» a los niños del control de los adultos y les permitirá crear sus propias culturas y comunidades (Katz, 1997).
En el contexto de la educación, las exageraciones sobre las ventajas de la tecnología digital siguen gozando de amplia difusión. Los padres y los profesores son los destinatarios de una publicidad comercial agresiva que presenta los ordenadores como un medio educativo: en realidad, como la herramienta educativa indispensable para el mundo moderno (Buckingham, Scanlon y Sefton-Green, 2001). Según los folletos publicitarios, los ordenadores ponen a los niños en contacto con mundos desconocidos y despiertan de nuevo su deseo espontáneo de aprender. Para aquellos que pueden permitirse el lujo de invertir en ellos, los ordenadores contribuyen a que los niños «se abran camino» en la carrera educativa.
Tal como lo dice Buckingham : Las escuelas no son ya el primer lugar de acceso de los niños a los ordenadores. Los niños están viviendo ya en un mundo digital; sí pues, como sucediera con los medios «más antiguos», necesitamos estar en condiciones de capacitarlos para que lo comprendan y participen activamente en él.
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